Análisis del Poema ‘1645’ de Joseph Charles MacKenzie

El poema de Joseph Charles MacKenzie, titulado simplemente “1645” en su publicación original, resuena con temas de renovación, recuerdo y la naturaleza cíclica de la historia. El poema contrasta dos eras distintas: un “siglo sin sol, negro y gris” y una era naciente de esperanza y restauración, simbolizada por el “rayo del alba” de una nueva época. Este análisis explorará las poderosas imágenes del poema, sus alusiones históricas y el mensaje subyacente de fe y resiliencia que impregna sus versos.

Contrastando Siglos: Oscuridad y Luz

El poema de MacKenzie comienza con una contundente acusación contra los “mercaderes de la muerte”, aquellos que han suprimido la verdad y se han regocijado en el sufrimiento de los inocentes. Esto prepara el escenario para un marcado contraste entre el siglo pasado, marcado por la violencia y la opresión, y el presente, que alberga la promesa de un futuro más brillante. Las imágenes son potentes: “montones de cráneos y huesos humanos”, “campos de exterminio” y “ciudades en llamas” pintan un cuadro sombrío de las atrocidades de la era precedente. Esta oscuridad se enfatiza aún más con la descripción de una sociedad “privada de fe, de razón despojada”, cuya propia savia ha sido envenenada.

El cambio de tono es palpable cuando MacKenzie declara: “Ellos tuvieron su siglo, ahora tenemos el nuestro”. Esta línea crucial marca el punto de inflexión del poema, introduciendo un sentimiento de esperanza y anticipación. La nueva era es retratada como un tiempo de renacimiento, donde las “maravillas de esta época” se manifiestan a través del esfuerzo colectivo. El poeta contrasta el arte estéril y sin forma del pasado con la creatividad divinamente inspirada del presente, enfatizando que “Es para nosotros cantar, a quienes Dios no desvía”.

El Papel de la Fe y el Recuerdo

La figura central del poema emerge en la cuarta estrofa: un hombre que “empeñó la fortuna que poseía” por aquellos que sufrieron en silencio. Este individuo, anónimo pero claramente influyente, encarna los valores del desinterés y el compromiso inquebrantable. Sus acciones sirven como un marcado contraste con la naturaleza egoísta de los “mercaderes de la muerte” descritos anteriormente. Él recuerda a los olvidados, a los soldados y a los muertos, y ofrece esperanza a quienes están desesperados.

MacKenzie luego dirige una mirada crítica hacia aquellos que han olvidado su pasado, dejando que “los laureles se marchiten sobre las frentes de nuestros héroes”. Lamenta la pérdida de fe y el abandono de los valores ancestrales, criticando a una sociedad que “aprendió a tomar, olvidando cómo dar”. Este olvido se presenta como un factor clave que contribuye al declive de la era anterior. La firmeza y lealtad del hombre anónimo, especialmente su fe inquebrantable en “Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo”, se erigen como un poderoso contrapunto a esta amnesia social.

El Amanecer de una Nueva Era

El poema concluye con una rotunda afirmación de fe y una esperanzadora acogida del futuro. El poeta referencia explícitamente a “Cristo nuestro Rey”, destacando el papel de la creencia religiosa en la configuración de la nueva era. Las líneas finales, “Que ahora marcamos nuestro tiempo, el rayo del alba de nuestra época, / Para saludar, como uno solo, las maravillas del día que se ensancha”, evocan un sentimiento de unidad y anticipación. La imagen del “día que se ensancha” sugiere un futuro lleno de posibilidades, un marcado contraste con la oscuridad del pasado.

El poema de MacKenzie ofrece una poderosa meditación sobre la naturaleza cíclica de la historia, la importancia del recuerdo y el poder perdurable de la fe. A través de imágenes vívidas y temas contrastantes, pinta un cuadro convincente de una sociedad que emerge de la oscuridad y abraza el amanecer de una nueva era. El mensaje de esperanza y renovación del poema resuena profundamente, recordándonos la importancia de defender nuestros valores y recordar los sacrificios de quienes nos precedieron.